"Querid@ adolescente:
Permíteme que me dirija a ti sin habérmelo pedido. Será solo un minuto. No te voy a dar un sermón, de esos que, si has tenido suerte y has compartido tiempo con adultos preocupados por ti, te habrán soltado más de diez veces. No. Lo que yo quiero decirte es otra cosa. Verás. Lo que quiero decirte es que la adolescencia es una etapa más de una larga serie de etapas en la vida. Que toda tu vida no va a ser siempre como ahora. Que en algún momento esta sensación de vacío, frustración o miedo desaparecerá y que te sentirás libre para decidir el camino de tu vida. Que con el tiempo entenderás las reglas de juego del mundo adulto y podrás jugar como los demás.
Permíteme que me dirija a ti sin habérmelo pedido. Será solo un minuto. No te voy a dar un sermón, de esos que, si has tenido suerte y has compartido tiempo con adultos preocupados por ti, te habrán soltado más de diez veces. No. Lo que yo quiero decirte es otra cosa. Verás. Lo que quiero decirte es que la adolescencia es una etapa más de una larga serie de etapas en la vida. Que toda tu vida no va a ser siempre como ahora. Que en algún momento esta sensación de vacío, frustración o miedo desaparecerá y que te sentirás libre para decidir el camino de tu vida. Que con el tiempo entenderás las reglas de juego del mundo adulto y podrás jugar como los demás.
Quiero que sepas que quien tú eres en realidad no tiene que ver con las notas o rendimientos académicos que hayas cosechado o recibido en tu vida. Tanto si has sido un estudiante ejemplar, como si te has habituado a los suspensos y las repeticiones, me gustaría que supieras que tú no eres esas notas. Tú, el potencial que espera en tu interior, es enorme. Tienes toda la vida por delante, tienes tu potencial por desarrollar y tienes la energía y vitalidad para hacerlo.
Desde bien pequeños, en casa y en la guardería, hay unos adultos que deciden por ti durante muchas horas al día; después, en el colegio, se te ha pedido que hagas las cosas como los profesores te piden: desde rellenar el dibujo por el interior sin salirte, hasta memorizar determinadas fechas o aplicar algunas fórmulas de matemáticas. Y a esto lo hemos llamado educación y los mayores le hemos dado mucha importancia. Tanta que, quizá, te haya parecido que el resto de tu vida depende de aprobar exámenes. Y puede ser importante aprobar exámenes si quieres estudiar una carrera determinada; pero puede que no seas tú el que has fracasado, puede que el sistema educativo no haya sido capaz de reconocer el talento individual que tienes. Ahora, hay un psicólogo, premio Príncipe de Asturias, que ha desarrollado una teoría denominada de las inteligencias múltiples en la que refuta la idea general de que solo hay un tipo de inteligencia que puede ser cuantificada por un número. Ahora sabemos que hay varios tipos de inteligencia y que el sistema educativo sólo reconoce unas pocas de ellas. Así que quizá tu inteligencia sea de otro tipo. Howard Gardner, que es como se llama el psicólogo, indica que, como mínimo, tenemos ocho tipos diferentes de inteligencias: musical, cinético-corporal, lógico-matemática, lingüística, espacial, interpersonal, intrapersonal y de relación con la naturaleza. Si te fijas, en el instituto no valoran tu capacidad de empatía o comprensión con el otro o tu sensibilidad medioambiental o si eres un hacha en los deportes. La educación tradicional se fundamenta en la inteligencia lógico-matemática y lingüística. Durante toda tu vida ha habido adultos que han evaluado tus méritos y conocimientos sobre estas materias y tú has terminado teniendo una idea de ti basada en estos cálculos. Relájate, porque la vida es mucho más grande que el sistema educativo.
Durante toda tu vida te han dicho lo que está bien y lo que está mal, cómo hacer las cosas y qué debías hacer. La adolescencia es un periodo extraño porque de repente esos mismos adultos, sin más, te exigen que seas tú quien tomes las decisiones correctas (que son las que a ellos les parecen mejor). Te diré algo, los adultos no lo hemos hecho tan bien. No tienes más que ver qué mundo te hemos dejado: un mundo contaminado, sin grandes valores ni ideales, con pobreza y hambre y, ahora, con una crisis económica galopante.
Quiero que sepas que entiendo tu inseguridad, tu inconformismo e, incluso, tu pasividad. Cuando yo era joven, un sociólogo (de cuyo nombre no quiero acordarme) nos llamó la generación X. Éramos, según él, una generación perdida, sin valores, pasotas y hedonistas. Ahora os llaman generación ni-ni. Ni estudias ni trabajas. Puede que no sea tan mala idea (como una actitud rebelde a un sistema profundamente enfermo). Pero le pondría una puntualización, si me lo permites. No pierdas tu tiempo, porque la vida no espera. No formar parte de la masa para ser un peón más de los poderosos, puede ser una actitud digna, siempre y cuando sepas qué quieres hacer con tu vida y hacía donde te dirigen tus pasos. Porque la rebeldía no puede llevar como contrapartida la dejación de vivir. Tener objetivos es vital para vivir una existencia plena. Piensa, por favor, que tu presencia es valiosa y que necesitamos tu visión para progresar. Elije un objetivo, una pasión, un motivo por el que vivir y aférrate a él. La vida te está pasando ahora. No la hagas esperar.
Te necesitamos, seas quien seas que estás leyendo esta carta, te necesitamos. El mundo te necesita porque cada voz es única y tú estás aquí para unir tu voz al resto de la Humanidad y hacer de este mundo un hogar mejor para todos. No te creas que no es importante lo que pienses y sientas, ni consideres que tus ideas son utopías sin fundamento. Puede que ahora sean utopías, pero, quizá en el futuro sean las bases de una nueva realidad.
Y ahora, ámate profundamente, porque con tus sueños construiremos un futuro mejor."
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